Nada más llegar les adjudicaron sus respectivos bungalows (o "cabins", como les llamaron siempre a partir de entonces) y, poco después, durante la comida, se sucedieron los primeros "aussie, ausssie, aussie" que nos acompañarían en cada una de las comidas de ahí en adelante. La agenda era muy apretada, realmente no paraban ni un segundo. Trás la hora de las duchas (de 8 a 9) y la cena, llegaba para muchos el ansiado momento de la recuperación de sus móviles, requisados indiscriminadamente nada más bajar del autobús. Media hora con su móvil. Lo más de lo más. Lo terminaban devolviendo, aunque con ostensible reticencia y expresiones de amargura y desazón en sus caras.
Además de deportes varios, algunas de las actividades que se llevaron a cabo fueron escalada, tiro con arco, parque de aventura, cars, balanz bikes y tirolina, y también hubo tiempo para hacer una excursión a los bufones de Pría y para disfrutar de las actividades nocturnas. La comida, aún siendo excelente, no fue santo de su devoción, pero, claro, no había hamburguesas ni pizza.